lunes, 31 de octubre de 2011

El planeta recibe a su ciudadano 7.000 millones

 

Según informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas cada año nacen 78 millones de personas.

Hombro a hombro, todos los colombianos cabrían en la localidad de Suba, en Bogotá, lo que demuestra que, en general, los 46.044.601 habitantes del país viven a sus anchas.
Más del 70 por ciento de los colombianos vive en un área equivalente a menos del 7 por ciento del territorio nacional (el 75 por ciento habita áreas urbanas y el 25, áreas rurales).
Algo muy distinto a lo que sucede en Bangladesh, en Asia, donde 150 millones de habitantes (más del triple que la población colombiana) viven en un territorio cuyo tamaño es casi la décima parte de Colombia. Esto se traduce en que existen 1.026 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras en nuestro país el promedio es de 41 habitantes en ese mismo espacio.
En conclusión, a los colombianos no les falta espacio, sino una mejor distribución en el territorio, para evitar zonas de riesgo. Hoy, dos de cada cinco habitantes del país no están en el lugar donde nacieron, 4 millones viven fuera del país y 3,7 millones han sido desplazados de sus sitios de origen.
Todos estos datos cobran vigencia a propósito del nacimiento del ciudadano 7.000 millones, que ocurrirá mañana en cualquier lugar del mundo, de acuerdo con los cálculos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).
Pero aunque en el país no hay problemas de espacio, sí se destacan ciertas particularidades demográficas. Según los datos del Dane, a 2011, el municipio más densamente poblado del país es Itagüí (Antioquia), donde hay un kilómetro cuadrado de espacio por cada 13.000 habitantes.
En contraste, en Taraira (Vaupés), cada habitante tiene entre 6 y 7 kilómetros cuadrados de espacio: es el municipio con menor densidad, con 0,6 habitantes por kilómetro cuadrado. Guayatá (Boyacá) es el municipio con la mayor cantidad de viejos (ver nota anexa), mientras que la población más joven es Nilo (Cundinamarca).
Mundo apretado
El nacimiento del ciudadano número 7.000 millones nos hará recordar que vivimos en un planeta cada vez más estrecho, con muchos de sus recursos naturales en extinción y con agudas desigualdades.
Para Babatunde Osotimehin, director global del Unfpa, más que una excusa para alertar por los dramas de pobreza y salud del planeta, el informe -presentado esta semana- busca señalar los retos por venir y hacer un llamado a la acción.
Aun cuando en la actualidad las personas son más longevas y saludables (la expectativa de vida ha aumentado 20 años desde 1950) y las parejas están optando por tener menos hijos, persisten situaciones de grave inequidad. Dos mil millones de personas en el mundo viven en extrema pobreza, con un dólar o menos al día.
Al actual ritmo de crecimiento, la población aumenta cada año en 78 millones de personas (cada segundo nacen tres hombres), lo que representa la suma de los habitantes de Canadá, Australia, Grecia y Portugal. El 97 por ciento de los nuevos ciudadanos nacen en los países en vías de desarrollo, lo que aumenta la brecha entre ricos y pobres.
"Que podamos o no vivir juntos en un planeta saludable dependerá de las decisiones que tomemos hoy. Con una población en aumento, necesitamos ser solidarios", advierte Tania Patriota, representante del Unfpa en Colombia.
La agencia de Naciones Unidas invita a revisar la realidad demográfica de cada país para mejorar las políticas públicas en materia de educación, salud y bienestar.
También pide fijar la atención en el medio ambiente. Un informe reciente del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advirtió que si se mantiene el galopante ritmo de consumo, en el 2030 harán falta dos planetas para atender las necesidades de la población, y tres, en el 2050.
También, ONU Hábitat, agencia medioambiental de las Naciones Unidas, advirtió que en el 2050 doscientos millones de personas tendrán que desplazarse de los centros urbanos a la periferia. Esto, porque las ciudades concentran cada vez una mayor cantidad de gente y llegará un momento en el que ya no cabrán todos.
En nuestro país, las cosas no son muy distintas. Desde 1950, Colombia ha vivido grandes cambios demográficos: el promedio de hijos por mujer pasó de 7 a 2, la esperanza de vida aumentó de 50 a 75 años y las tasas anuales de mortalidad infantil se redujeron de 28 por cada 1.000 en 1995 a 16 por cada 1.000 el año pasado, según la más reciente encuesta de Profamilia.
Hoy, la tasa anual de crecimiento poblacional en Colombia es de 1,17 por ciento. La Guajira es el departamento que más crece (3,13), mientras Boyacá es el que menos lo hace (0,13).
Un viejo futuro
El país envejece. En las últimas dos décadas se ha duplicado el porcentaje de adultos mayores. Actualmente, por cada adulto mayor hay dos jóvenes y en el 2028 solo habrá uno. Y en el 2050, según prevé el Dane, los mayores de 60 serán mayoría: 14.538.962, frente a 11.523.931 niños de 0 a 14 años.
Hoy, Colombia vive un momento único en su historia demográfica: tiene la mayor proporción de población en capacidad de trabajar y producir (de 15 a 60 años), lo que representa una oportunidad para el desarrollo llamada 'bono demográfico'. Este capital humano tendrá su mayor esplendor entre el 2011 y el 2017 y, de ser aprovechado con políticas de educación, salud y empleo, los próximos 15 años serán fundamentales para generar mayor desarrollo económico y social en el país.
Carlos Ramírez, director en Colombia de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), dice que hay que aprovechar que en la actualidad hay una menor población dependiente por cada trabajador, situación que se reversará entre el 2040 y el 2050. Por eso -afirma- hay que fortalecer la productividad y la capacidad de ahorro, para que en las próximas décadas esa población llegue a la vejez en buenas condiciones. Los adultos mayores, al volverse mayoría, requerirán de más cuidados para garantizar su bienestar, y eso cuesta. "Si no lo hacemos ahora, vamos a quedar con una población viejita y pobre", sentencia.
Por otro lado, para Jorge Bustamante, director del Dane, Colombia está lejos de entrar en la vía del desarrollo sostenible, pues el consumo de bienes y servicios ha venido creciendo en forma exponencial, lo que ha causado graves daños al medio ambiente. "Los bosques y páramos se están acabando y se están secando las fuentes hídricas. Estamos acabando con el país y poniendo en riesgo la supervivencia de las generaciones futuras", señala, antes de hacer un llamado para que el Estado y la sociedad busquen estrategias dirigidas a un desarrollo sostenible, que se enfrente a la devastación actual.
Esa inquietud está en sintonía con las preguntas que ha generado la presentación del informe. "¿Cómo podemos aumentar la seguridad alimentaria y proveer servicios esenciales a la población más pobre, pero sin usar más agua, tierra o energía?", se cuestiona Brice Lalonde, coordinador de la Conferencia de Naciones Unidas de Desarrollo Sostenible, conocida como 'Río+20', que se celebrará en junio del año entrante.
Además, si de lo que se trata es de frenar el ritmo de crecimiento del planeta, la solución no está solamente en la planificación familiar, sino en mejorar la calidad de vida. Es un hecho probado.
Un mundo de carencias
2.000 millones viven con menos de un dólar.
1.000 millones pasan hambre.
884 millones no acceden a agua potable.
2.600 millones no cuentan con servicios sanitarios.
Guayatá, el pueblo de los viejos
Incrustado entre verdes montañas se levanta Guayatá, un municipio boyacense donde la mogolla es la reina y señora.
Para arribar a este cálido y tranquilo paraje, de apenas 6.000 habitantes y afamado por la producción de amasijos, hay que llegar primero al municipio de Guateque, capital de la Provincia de Oriente, de donde se parte por una carretera en regular estado hacia la localidad donde los ancianos 'mandan la parada'.
En Guayatá se registra un fenómeno particular: el 30 por ciento de sus habitantes son adultos entre los 60 y los 90 años, según datos de la administración local.
De acuerdo con el alcalde, Jhon Santiago Ruiz, esta situación se debe a que los jóvenes, tan pronto terminan sus estudios de bachillerato, se trasladan hacia Bogotá u otras ciudades, donde encuentran mayores ofertas laborales y de estudios.
"Es un fenómeno que se viene registrando desde hace unos 20 años, como consecuencia de las escasas posibilidades de desarrollo económico, especialmente en el sector agropecuario", comentó el mandatario.
Pero los campesinos y sus familias no sólo migran a las grandes urbes, sino también al casco urbano del municipio, con el argumento de que el campo ya no es rentable. "Aquí el desplazamiento no es por la violencia, sino por la pobreza", añadió Ruiz.
Zoila Ramírez, habitante de la vereda Siabita Tercero, vive sola desde hace varios años, debido a que ninguno de sus cinco hijos se quedó a vivir allí. "Como aquí no hay trabajo, ellos tuvieron que ir a hacer su vida donde pudieran ser productivos. Por eso, la mayoría de los que vivimos acá somos viejos que trabajamos en el campo, sembrando nuestras huertas de pancoger para poder subsistir", dijo la mujer, de 73 años.
Lo que más preocupa a las autoridades locales es que la migración de campesinos y jóvenes de los municipios hacia las ciudades ha venido en aumento. Esa situación se refleja en el hecho de que en menos de 15 años se han tenido que cerrar dos escuelas veredales y actualmente están en riesgo de ser clausuradas otras dos, por la falta de estudiantes.
Así las cosas, a diferencia de lo que ocurre en muchos lugares del país, en Guayatá los programas para salvaguardar a la tercera edad tienen mayor relevancia que los de los niños y jóvenes.
JOSÉ ALBERTO MOJICA PATIÑO
Redacción Vida de Hoy

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